Tras los pasos de un gigante

La tendencia humana a juzgar importantes las pequeñas cosas ha producido muchas cosas grandes. De esto podemos dar cuenta recorriendo cada rincón de la Fundación PROA, que desde el 16 de noviembre y hasta el 23 de febrero de 2014 expone nueve de las treinta y cinco que componen el trabajo de Ron Mueck (Melbourne, 1958). El escultor, cuyo origen profesional remonta al mundo de los efectos especiales, donde desarrollaba esa capacidad tan suya de manipular y trasgredir las defensas de nuestros sentidos, e incluso llegó a interpretar a Ludo en la emblemática Labyrinth. Pero hoy, lejos de la prensa, Mueck llegó al país sólo para montar su exposición, no se dejó ver y no dio entrevista alguna y, yéndose antes de que la muestra abriera sus puertas, nos dejó un testimonio gigante.

¿Qué es lo que nos conmueve tanto de estos seres anónimos? Sin retrato ni narrativa, el autor, cazador de instantes, nos sitúa ante seres impersonales, dándonos la libertad de posicionamiento como espectadores. Las figuras silenciosas nos plantean interrogantes igualmente silenciosos, nos ubican frente a la cotidianeidad, nos hacen verla de la forma más directa y frontal, nos hacen sentir intrusos, espías, violando la intimidad de cada personaje, haciéndonos reflexionar, al mismo tiempo, sobre nuestra vulnerabilidad con el tiempo. Logra exteriorizar la fascinación que como observadores tenemos por la realidad cuando ésta se encuentra en una zona controlada, en el espacio que de alguna manera anula la invasión que la misma realidad nos produce.

No sólo nos conmueve la perfección de cada escultura, sino también el juego y manipulación de escalas, ya sea en la amplitud como en la reducción, que culmina con un efecto invasivo, con imágenes que nos sacuden, que permiten posarnos sobre o por debajo de ellas, borrando el límite entre realidad y representación, buscando recrear la magnitud de las emociones en relación al cuerpo, compartiendo un espacio dislocado, de la que se crea una perspectiva nueva y problemática de lo que está ante nosotros. Ésta capacidad de captación de lo corpóreo de una manera tan exquisita redime las capacidades creadoras del ser humano, surgiendo la posibilidad del hombre de adueñarse de la realidad misma.

Lo que realmente logra Mueck con sus intervenciones espaciales y anatómicas, es problematizar la única visión y proporción activa de este conjunto: la humana. Recorrer el PROA se convierte en un viaje topográfico por las formas humanas, por emociones de cinco metros de alto, que nos conmueven tanto que logramos tener conciencia de nuestra propia existencia, de nuestro peso en el día a día.

«La obra de Mueck se inscribe dentro del realismo y no del hiperrealismo, ya que el artista no sólo juega con el tamaño en la representación, sino que tampoco aporta información sobre el contexto», apunta la curadora Grazia Quaroni, quien, junto al director de la Fundación Cartier, es responsable del envío. «Incluso, desde el título de las obras, Mueck no contribuye con más información. Intenta que sean neutrales, abiertas en su lectura».

La muestra podrá visitarse hasta el 23 de febrero en Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingos, de 11 a 19. Entrada: $ 15.

La exposición que Vincent nunca fue capaz de soñar

Con motivo del 160° aniversario del natalicio de Vincent Van Gogh, las paredes de la Usina del Arte se llenan de color al presentar «Mi exposición soñada«, una retrospectiva con 200 obras del artista. Habiendo sido expuestas anteriormente en Ámsterdam, la exposición cuenta con cuadros en escala real, reproducidos en nuevos soportes y digitalmente restaurados, con el fin de la recuperación de sus colores originales.

Un árbol genealógico de su familia nos da la bienvenida a este recorrido cronológico, donde no encontramos ninguna pintura original, pero somos sorprendidos con la calidad de las reproducciones en nuevos soportes que nos llevan a vemos tentados a pasar el dedo sobre ellas para sentir la textura de las pinceladas, para descubrir sus matices.

 “Van Gogh quería mostrar colores vivos en sus pinturas. Desafortunadamente, algunos de sus cuadros perdieron color  con  el  tiempo.  Algunos  de  los  brotes  florales  en  Almendro  en  flor  (1891),  por ejemplo, solían ser de color rosa. Este color desapareció. Al recuperar con precaución los colores  originales,  la  exposición  muestra  de  qué  manera  Van  Gogh  concibió su pintura.” explica David Brooks, especialista en la obra de Van Gogh y curador de la exposición.

Pero las pinturas no están solas, sino que son acompañadas por extractos de cartas escritas por el mismo Vincent, detallando tanto su propio trabajo como el momento personal por el cual estaba pasando al haberlas creado.  La muestra también presenta siete animaciones en 3D de las obras «Los comedores de papas», «Ribera del Sena», «Vaso con girasoles», «Casa y dormitorio», «Capullo de Almendro», «El asilo» y «Trigal con cuervos», además de una pantalla interactiva sobre su obra más popular, «Noche estrellada», y todos sus autorretratos.

Insinuar que Vincent Van Gogh, quién se suicidó a los 37 años, ahogado en su decepción y sin haber tenido ningún tipo de reconocimiento, alguna vez hubiera imaginado que sus cuadros estarían entre los más cotizados en el mercado del arte, es algo ilógico. Tan ilógico como decir que él proyectaba contar con todo un museo con su nombre por delante, con que se filmarían películas acerca de su propia vida o incluso que encontraran sus pinturas modelando rompecabezas. Entonces nos queda la incógnita, ¿quién somos los que soñamos esta exposición?

 

¿Dónde y cuándo?
Usina del Arte: Cafarena 1 (esquina Pedro de Mendoza)
Del 12 de julio al 6 de octubre
De martes a viernes de 11 a 18 hs.
Sábados, domingos y feriados de 12 a 20 hs.
http://usinadelarte.org
http://agendacultural.buenosaires.gob.ar

“La exposición vislumbra el afianzamiento de Van Gogh y su conquista de un lenguaje propio e inconfundible” – Ing. Hernán Lombardi, Ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires.

Obituario de León Ferrari para DE-G Magazine

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Obsesión lunar

Yayoi Kusama es hoy en día la artista japonesa más importante y trascendente. Entrar en su obsesión infinita es camuflar los sentidos, volvernos camaleónicos y perdernos en el lenguaje psíquico que habla un universo surrealista y alucinójeno que todo lo abraza, en el que no se dislumbran límites.

“Mi deseo era predecir y estimar la infinitud de nuestro vasto universo con una acumulación de unidades en red, un negativo de puntos. Cuán profundo es el misterio de la infinitud en el cosmos. Percibiendo ese infinito quería ver mi propia vida. Mi vida, un punto, es decir, una partícula entre millones de partículas.», explica Kusama.

Su obra se resume en la mirada del punto exacto que sintetiza el infinito y su eterno paralelismo con la nada misma. Sin siquiera percatarnos, nos adentramos en la propia intimidad de la artista, en un universo lunar y cósmico de movimientos danzantes. “Nuestra tierra es sólo un lunar entre los millones de estrellas del cosmos. Los lunares son un camino al infinito. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad…».

¿Dónde visitar la obra de Yayoi Kusama?
Hasta el 16 de septiembre Obsesión infinita se estará exponiendo en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), Avenida Figueroa Alcorta 3415.
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Un rugido que será eterno


La expectativa de vida promedio de un león aumenta considerablemente cuando se encuentra en cautiverio, respecto de su estado salvaje. El pasado 25 de julio falleció en Buenos Aires a la longeva edad de 92 años quién sin dudas fue el rugido más polémico y provocador del arte plástico en el país, León Ferrari, el artista argentino contemporáneo más criticado y censurado.

Su padre, arquitecto, pintor y fotógrafo, construyó y decoró numerosas iglesias de Córdoba y de otras provincias. Habiendo recibido parte de su educación primaria en un colegio religioso, solía describir esta experiencia como un infierno, concepto mismo con el que allí estaba obligado a convivir, como si de una especie de jaula se hubiese tratado.

Ferrari fue predador al mismo tiempo que presa: presa de prejuicios, presa de convencionalismos que no terminaban de entender su mirada ácida contra la represión y el poder de la religión. Fue un León ciego, que a través de su braile supo estar en contacto directo con el mundo moderno, logrando transmitir que el arte se mira… y también se toca.

Destruyendo mitos, supo entrecruzar permanentemente significados y significantes, exponiendo un mundo de un modo poético y polémico, no restringido a límites canonizados. Su ideología seguirá gritando a través de cada una de sus obras. Gran paradoja en Ferrari, la creación de un arte que buscó permanentemente la censura, una fiera que se sintió aún más viva tras las rejas.

 
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Relecturas de un león

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Nacido en Buenos Aires el 3 de septiembre de 1920, León Ferrari, hijo de Augusto C. Ferrari y Susana Celia del Pardo, es el tercero de seis hermanos. Su padre, arquitecto, pintor y fotógrafo, construyó y decoró numerosas iglesias de Córdoba y de su provincia natal. Habiendo sido su hogar frecuentemente visitado por sacerdotes, no era una familia muy creyente.  Aún así, recibió parte de su educación primaria en un colegio religioso, el cual describe como un infierno, concepto mismo que allí, según el propio Ferrari, metían en la cabeza y con el que estaba obligado a convivir.

Entre 1938 y 1947 estudia ingeniería en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Como ingeniero, colaboró en los proyectos de su padre, haciendo cálculos de algunas de las iglesias que construyó y firmando planos. Autodidacta, nunca realizó estudios formales de arte, algo que él mismo considera positivo.

En 1946, año en el que comienza a pintar y dibujar, se casa con Alicia Barros Castro y tienen tres hijos: Marialí, Pablo y Ariel. En 1952, debido a una enfermedad contraída por su hija mayor, viaja a Florencia, Roma buscando su cura. En aquél país, León trabaja en un estudio sobre fabricación de películas cinematográficas para el Banco Industrial. En febrero de 1955 expone en la galería Cairola de Milán cincuenta piezas únicas de cerámica de unos 60 o 70 centímetros de altura, formas que ante el más mínimo movimiento se transformaban con la proyección de sombras diferentes. Antes de inaugurar la muestra, regresa a Argentina.

En 1963 comienza su desarrollo de obras con connotaciones altamente políticas. Desde 1965 hasta 1970 la guerra de Vietnam va a ser un tema central de su trabajo, ya que el artista permanentemente intenta registrar no sólo los acontecimientos mundiales, sino su postura frente a los mismos reforzando así su contenido crítico. Durante tres años va a dedicarse a su profesión de ingeniero, investigando primero sobre colores para cerámica y después sobre compuestos químicos utilizados en la metalurgia, montando una pequeña industria familiar que continúa hasta 1976; ese año también recopila un grupo de noticias sobre la represión de la dictadura militar que publica con el título de Nosotros no sabíamos, frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención. Deja el país por razones políticas y se radica en San Pablo, Brasil.

En 1983 retoma el tema político-religioso con collages e ilustraciones de la Biblia, en los que suma la iconografía católica, la erótica oriental e imágenes contemporáneas. Entre 1980 y 1984 edita algunos libros de dibujos y collages, entre ellos Imagens y Homens. En 1985 inicia una serie de obras con estiércol de aves, y expone en el MAM de San Pablo una jaula con dos palomas que defecan sobre el Juicio final de Miguel Ángel. La repite con jilgueros y canarios en Buenos Aires, donde también exhibe La Justicia, una gallina que defeca sobre una balanza. En 1987 presenta obras similares en Franklin Furnace y en Exit Gallery de Nueva York.

Con el restablecimiento de la democracia en Argentina, habiendo uno de sus hijos desaparecido en las cárceles secretas, vuelve al país a retomar un ciclo vital y artístico con el que nunca dudó en enfrentar al poder político. Desde 1991 reside en Buenos Aires, donde continúa haciendo arte contra la represión del poder y de la religión. En la muestra Surrealismo Nuevo Mundo presenta un homenaje al preservativo: una serie de botellas con profilácticos. En 1992 realiza obras con peces y anfibios. En 1996 ilustra el Nunca más, libro reeditado por el diario Página/12 en forma de fascículos, el cuál reúne centenares de testimonios sobre los crímenes de las fuerzas armadas de la Argentina. Un año después crea dos series de Brailles: poemas de amor de Borges escritos sobre fotografías de desnudos de diversos autores, y versículos bíblicos, también utilizando esta escritura, sobre imágenes religiosas y noticias periodísticas.

En 2000 expone la muestra titulada Infiernos e idolatrías, contra las torturas humanas y divinas, con la que quiere demostrar que la ética del poder de la Iglesia se sustenta en una cultura que glorifica el sacrificio y toda la iconografía expresada a través del arte así lo comprueba, originando diversas respuestas de grupos católicos que rezaron el rosario en la puerta del ICI y arrojaron una granada de gases lacrimógenos en el interior. En 2002 inicia Electronicartes, imágenes sobre la actualidad argentina e internacional que enviaba por correo electrónico. En 2004 realiza junto a Ricardo Pons los videos Lombrices y Casa Blanca; mientras que en 2005, la animación Planta, junto a Gabriel Rud, y Laberinto, también con Gabriel Rud y Cristian Parsons.

En 2004 se expone una retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta que provoca intensos debates y agresiones por parte de la Iglesia, rotura de obras, clausura y reapertura de la muestra por parte de la justicia y uno de los mayores debates ocasionados en la historia del arte argentino.

En 2005 desarrolla la serie Atados con alambre, esculturas con huesos, varillas de madera y ramas sobre las que, en algunos casos, coloca espuma de poliuretano. Esta serie da lugar a las series de Poliuretanos y Músicos, que desarrolla hasta el presente. Un año después se presenta una muestra antológica de su obra en la Pinacoteca do Estado de São Paulo, Brasil, y simultáneamente participa como invitado especial en la Bienal de esa ciudad.

En 2007 recibe el León de Oro en la 52ª Bienal de Arte de Venecia. En 2008 expone en el Museo de Arte Carrillo Gil, México. En 2010 participa en distintas exposiciones nacionales e internacionales.

Destruyendo mitos, entrecruza permanentemente significados y significantes, exponiendo un mundo no restringido a límites canonizados. León Ferrari es socio honorario del CAIA (Centro Argentino de Investigadores de Arte) y miembro fundador del CIHABAPAI (Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles), que en la Navidad de 1997 solicitó al Papa que gestionara la anulación del juicio final y de la inmortalidad, y en 2001, el desalojo y demolición del infierno. Su obra se cotiza a niveles que el artista jamás imaginó, es hoy una de las figuras estelares en el arte vanguardista, encontrando el reconocimiento a su producción recién a los ochenta años. Continúa trabajando en Buenos Aires, donde actualmente el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) expone la muestra Brailles y Relecturas de la Biblia, con una colección de setenta obras parcialmente conocidas, realizadas a lo largo de tres décadas.

Puede decirse que Ferrari es el artista rebelde argentino por excelencia. Puede decirse también que debe agradecérsele a algún dios la inspiración divina que hizo que sea lo que hoy en día es. O puede que, quizás, no sea todo más que una fórmula exitosa, dentro de un contexto idílico en el que promovió su militancia anticlerical, que el artista no ha hecho más que repetir y repetir a lo largo de su carrera. Gran paradoja en Ferrari, la creación de un arte que busca permanentemente la censura.

Las Meninas

Óleo sobre lienzo Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y Hacia 1656 Madrid. Museo del Prado

También llamada La familia de Felipe IV, Las Meninas es la obra maestra de Diego Velázquez, que encierra una compleja composición construida a partir de su habilidad para el uso de la perspectiva aérea, de la plasmación de la luz y de la representación de la atmósfera.

En una sala del antiguo Alcázar, el artista barroco se retrata pintando un gran lienzo, casi a tamaño real. La infanta Margarita ha ido a verle trabajar acompañada de su pequeña corte: dos damas de honor (las meninas, en terminología portuguesa), dos bufones con un perro y dos sirvientes. Mientras Velázquez pinta, los reyes de Austria han entrado en la sala y podemos verlos reflejados en el espejo, lo que vemos en la pintura es la escena que ellos verían al entrar en la habitación. El cuadro es una instantánea, el pintor detiene el tiempo en el momento en que los monarcas acaban de entrar, lo que hace cambiar de actitud a algunos personajes, que han interrumpido su acción. El misterio está en lo oculto, en el lienzo que se está pintando. El cuadro tiene como eje la presencia del monarca en el taller del pintor cuando éste se encuentra en pleno proceso de creación.

La organización geométrica es muy sólida: predominan las líneas horizontales y verticales, añadiéndose diagonales muy sutiles. El equilibrio de volúmenes a uno y otro lado de la tela contribuye a dar serenidad a la escena. La composición se organiza de forma que la mirada se dirija a la cara de la infanta Margarita, quién parece flotar, ya que sus pies no son perceptibles. En primer plano hay seis retratos, sin contar al perro; sin embargo los personajes se distribuyen en varios grupos, de modo que se rompe la monotonía.

El óleo está hecho a base de pigmentos muy diluidos en aglutinante, que sólo se empastan más en las zonas más iluminadas y en los breves toques de pincel con que se hacen los adornos de ropas y joyas. Las pinceladas son rápidas y la factura es muy suelta y deshecha, sugiriendo distintas tonalidades en los colores según la cantidad de luz que reciben. Es una obra para ver de lejos, porque sólo en la distancia el ojo mezcla los fragmentos de color y se crea la sensación de que corre aire entre los personajes.

El cuadro está pintado sobre una preparación de color ocre claro, con una paleta en la que predominan los tonos marrones y negros. El lienzo está formado por la unión de tres trozos de tela dispuestos en vertical cuyas uniones son claramente visibles.

Siempre se ha destacado la sensación de espacio que el artista logra mediante la luz y la perspectiva aérea. El tamaño del cuadro le permite incluir el techo de la habitación y dos paredes, permitiendo crear la idea de ambiente. Las Meninas son un gran trampantojo. Nuestro espacio se continúa en el suyo, algo característico del Barroco. Se trata de una obra cuya intención era contribuir a la batalla por la nobleza de la pintura.